Llegando al fin de la ruta marcada por el 2024, nos topamos con cofres repletos de riquezas; escondidos en unas botellas, de colores dorados, carmesí y bronce, se encontraban los tragos maravillosos de El Cruce de las Rocas. Podríamos decir que su riqueza se resume en ese sabor, esa sensación de felicidad infinita cuando el vino de guayaba coronilla aterriza en el paladar, o cuando un destilado de ciruela baja suave y cariñosamente por la garganta como sólo los mejores cognac podrían hacerlo. Pero creemos que el valor verdaderamente inmensurable, está en el cuidado por el ambiente, el mismo cultivo y (muy especialmente) por quien lo cultiva; estos tragos son llevados a nuestras mesas sin la intervención de un tercero que podía cobrarle al cultivador por su producido, podríamos decir que la fruta va, casi directamente, de las manos del campesino a la botella o copa que el comensal disfruta.
Por esto, nos tomamos este espacio para agradecer y reconocer el trabajo y producto tan increíble que se ha logrado en Choachí. Gracias Cruce de las Rocas por existir y abrir las puertas de sus tesoros para nuestros comensales.
